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miércoles, 6 de octubre de 2010

Papel de la Tecnología en la Sociedad


Instrucciones: Con base en la información de la siguiente lectura, realiza un resumen, y responde a las siguientes cuestiones; y Exponerlas en un debate de opiniones críticas
Ø ¿Cuál ha sido, es y será el papel de la Tecnología en la Sociedad del Mundo? ¿Cuál ha sido el papel de la tecnologia en México?
Ø ¿Cómo ha influido e influye  la Tecnología en la Sociedad del Mundo?
Ø ¿Que consecuencias ha tenido la tecnología en México?
Ø ¿Ha sido benéfica o perjudicial la Tecnología? Argumenta tus respuestas
Ø ¿La Tecnología está a favor del Ecosistema y de nuestra Naturaleza como seres humanos? ¿Por Qué?
Ø Pensando en lo que leíste, construye tu opinión de ¿Cuál será el futuro del hombre?
Ø ¿Expresa tu opinión crítica acerca de la lectura? ¿En que ideas o aspectos estás de acuerdo o en contra? Argumenta

La construcción artificial del entorno        
El ser humano está desarraigado de la naturaleza. Puede que alguna vez estuviera bien adaptado a su medio natural. Pero, aunque parezca contradictorio, me atrevería a decir que, si alguna vez el ser humano estuvo bien adaptado a su entorno natural, no era humano.
El ser humano se ha construido a si mismo en un continuo proceso de desadaptación de su entorno natural y adaptación simultánea al medio que él mismo ha creado con los productos de la cultura y, en especial, de la técnica. Mis pies están bien adaptados a la suela del zapato y de poco me sirven desnudos. Con la cultura y, principalmente, con la técnica el ser humano ha ido tapando la naturaleza y creando un supramedio al que ha ido adaptándose.
Hasta qué punto ha tenido lugar esa desadaptación del medio natural lo muestra el hecho de que en la especie humana no juegan gran papel los dos factores principales de la selección natural. Me refiero a los factores limitantes principales del juego de la selección natural en cualquier otra especie animal, a saber alimentos y hembras. Ambos son, se asevera, recursos naturalmente escasos. Pues bien, nosotros producimos los alimentos a libre voluntad y los compramos. Lo escaso no son los alimentos, sino el dinero, que también es creación nuestra. En cuanto a las hembras, nada más alejado de la verdad que considerar que las relaciones sexuales entre seres humanos no son en su mayor parte fruto de la creatividad de la cultura y poco de la naturaleza. Los ritos sexuales humanos, de base eminentemente cultural, llevan a las mujeres a repudiar a los hombres que confunden el sexo con la ostentación biológica de meras cualidades naturales.
Retomando el hilo de la argumentación, la cultura y, principalmente, la técnica con sus habilidades, obras e instrumentos ha creado un entorno artificial interpuesto entre nosotros y nuestro medio natural. Vamos adaptándonos a ese entorno artificial mientras nos desadaptamos del natural. Por los poros del entorno artificial se filtra la naturaleza que hay debajo. A veces el grosor de las fuerzas de la naturaleza es tal que no pueden traspasar la malla que la cultura y la técnica han tejido sobre ella. Entonces, la desgarran. Son los cataclismos. Y la reacción del ser humano ante la catástrofe, que llaman “natural”, es tratar de construir luego una red más resistente y tupida, una red que haga que la naturaleza aún se filtre menos.
El resultado de este proceso está a la vista: el ser humano ha ido adaptándose a la malla supranatural que ha construido con la cultura y, en especial, con la técnica. ¿Es eso negativo? Creo que esta pregunta es irrelevante. Responder que sí es algo típico de posiciones utópicas que no se aperciben de que nunca hubo una Arcadia feliz para el ser humano, un tiempo en que el ser humano coincidía con las otras especies animales en su adaptación al medio. Quien pide el retorno a la Arcadia, pide la muerte del ser humano con sus grandezas y sus miserias. Pues el ser humano es más producto de la tecnoevolución que de la bioevolución.

Controlar no supone conocer
Ese control de la naturaleza que nos proporcionan las técnicas no supone, desde luego, conocer lo que se está controlando en la realidad. Mascar corteza del árbol de la quina evitaba en buena medida morir de malos aires, que eso significa la palabra “malaria”. ¿Por qué? La respuesta tardó mucho tiempo en conocerse. La respuesta científica, claro está. Cuando se identificó la quinina y se supo de la existencia del mosquito Anopheles y del protozoo Plasmodium falciparum, se dispuso entonces de una explicación científica para la malaria. Sólo en ese momento se estuvo en disposición de controlar la enfermedad sabiendo lo que se controlaba.
Y en eso, precisamente, radica la diferencia entre la técnica y la tecnología. La tecnología es siempre una técnica guiada por la ciencia hacia el control de una entidad o proceso. De lo acabado de decir se desprende una consecuencia inmediata: si no hubo ciencia antes de la Edad Moderna, tampoco pudo haber tecnología. 

De tapar la naturaleza a construir la realidad, o la aventura de la tecnología en la segunda mitad del s. XX
Hechas estas observaciones, vayamos a esta segunda mitad del s. XX que nos ha tocado vivir. Usando las palabras “característica distintiva”, “ciencia”, “técnica” y “tecnología” en los sentidos que acabo de establecer, analizaré algunas notas de nuestro tiempo que pueden adoptarse como definitorias.
Primera Característica. El s. XX ha sido el tiempo de la tecnología más que de la técnica.
Hablando rigurosamente, hasta el s. XX ha habido principalmente técnicas que se inventaban y depuraban a través del ensayo y del error en un proceso que rara vez convergía con los desarrollos científicos.
En la primera mitad del s. XX creció con fuerza lo que se puede llamar stricto sensu “tecnologías”. Las tecnologías (según lo antes dicho) son técnicas iluminadas por el logos, por la razón, por la ciencia. Son técnicas que nacen de la ciencia para actuar sobre causas o factores naturales, identificados y dilucidados científicamente.
Dicho de otro modo, las técnicas son a modo de palos de ciego que dan donde deben con frecuencia por casualidad. Las tecnologías, en cambio, suelen estar certeramente orientadas hacia sus objetivos por los ojos de la ciencia.
Por ello, las tecnologías no suelen mejorar tanto a través de procesos de ensayo y error, cuanto mediante la aplicación de nuevas teorías científicas que dilucidan de forma más fina la estructura de lo real. La consecuencia es evidente: las tecnologías experimentan, por lo general, un desarrollo más rápido que las técnicas y su eficacia es, por lo común, infinitamente mayor. Y en esa virtud suya tienen también su mayor riesgo, pues sus efectos suelen ser, tanto cuantitativa como cualitativamente hablando, mayores que los propios de las técnicas.
Segunda característica. Las tecnologías permiten hoy construir una nueva ‘naturaleza’.
Cuando las técnicas se aplican a la naturaleza, el resultado suele ser la orientación de algún evento o proceso natural hacia el cumplimiento de ciertos objetivos que son de interés -incluso de interés vital- para el ser humano. Llamamos “control” a esa orientación.
El control le permite al ser humano librarse, aunque sea momentáneamente, de aspectos de la naturaleza que hacen de él un ser menesteroso o necesitado2. Haciendo fuego el ser humano puede calentarse y no morir de frío. Cuando hacemos fuego, no erradicamos de la naturaleza el frío, sino que controlamos un proceso para no perecer víctimas de nuestra desadaptación al medio natural.
Además, la técnica actúa, ordinariamente, desde fuera del proceso mismo que controla. Por eso, parece fácil a priori distinguir un producto de la técnica de un elemento natural. Parece que nadie en su sano juicio confunde una palanca con un brazo humano, aunque aquélla se inspire en éste. La distinción, en suma, entre lo natural y lo artificial suele ser bastante sencilla. Los productos de la cultura, fácilmente identificables, se superponen a la naturaleza, no entran a formar parte de ella.
Sin embargo, el conocimiento científico de la estructura íntima de lo real ha permitido en nuestro siglo -y particularmente en su segunda mitad- controlar tecnológicamente entidades y procesos naturales desde su interior. En ocasiones, cada vez en más ocasiones, ha posibilitado también la reproducción o ‘replicación’ artificial de esas entidades y procesos naturales.
Dicho de otro modo, los productos de la tecnología ya no sólo se superponen a la naturaleza. Algunos de sus productos se están integrando en la estructura de lo real como si fueran naturales. De hecho, en algunos casos, si no mediara conocimiento acerca de su fabricación, sería muy difícil (cuando no imposible) distinguirlos de elementos naturales.
Así, por ejemplo, los conocimientos de la física atómica han permitido que la tecnología nuclear haya creado artificialmente elementos radiactivos naturales (valga la paradoja), a la vez que generaba energía.
A su vez, la genética, la biología molecular y la microbiología suministran conocimientos, por una parte, acerca de diversas proteínas humanas muy apreciadas (hormona del crecimiento, somatostatina, interferón,...) y, por otra, conocimientos acerca de genomas como el humano y el bacteriano. Esos conocimientos permiten hoy combinar genes humanos y genomas bacterianos. Es posible construir así tecnológicamente nuevas cepas de bacterias que, sin dejar de ser bacterias, son humanas en cierto modo, pues producen proteínas típicas de nuestra especie. Son bacterias cuyo material hereditario resulta de combinar el ADN de su especie con ADN humano, de ahí el nombre de “ADN recombinante” con que se conoce este material hereditario.
Y lo que se puede hacer con moléculas podría hacerse, en principio, con la globalidad de un ser vivo. Hoy podemos clonar seres vivos, incluso mamíferos superiores. Ahí está la oveja Dolly para demostrarlo. Disponemos de la tecnología adecuada: basta eliminar de un óvulo su núcleo y poner en su lugar el núcleo de una célula de un ser de la misma especie. En principio, también, parece que teóricamente no hay problema alguno en insertar el núcleo de una célula somática de un ser de otra especie. Este experimento imaginario permitiría que un individuo de una especie saltara las fronteras naturales que le impiden fecundar a otro individuo de una especie diferente. Se rompen así drásticamente las fronteras entre las especies.
Pero, aún es posible llegar más lejos, al menos teóricamente. Cabe pensar en recombinar el ADN de dos especies distintas y ponerlo en condiciones adecuadas para que se genere la totalidad de un ser recombinado. Conocido el manual de instrucciones para construir un ser vivo que es su genoma, siempre cabe combinar partes de dos manuales para construir un ser vivo mixto, una ‘quimera’.
Tecnológicamente, lo dicho o ya se practica hoy o es susceptible de practicarse en un futuro no remoto. De modo que, al igual que hemos creado artificialmente elementos naturales, podemos ya hoy producir seres vivos naturales e inventar nuevas especies.
Disponemos, en definitiva, de tecnologías que pueden introducirse en las entidades y procesos naturales, controlándolos desde dentro y, si cabe, reproduciéndolos a nuestro antojo. Ese control supone un conocimiento científico de lo íntimo, del meollo, de lo más profundo de lo controlado.
Ese conocimiento íntimo, ese buceo en lo más profundo de la realidad que practica la ciencia en su vertiente teórica, se traduce, en la práctica, en la materizalización de una posibilidad hasta hace poco increíble: procesos y entidades naturales pueden hoy construirse o sintetizarse tecnológicamente en el laboratorio y más tarde, si es el caso, producirse en la industria.
Sé que hay algo de paradójico en lo dicho. Pero es que vivimos en mundo paradójico en el que podemos sintetizar entidades inertes naturales y en el que también podemos construir seres vivos que, si no van dotados de la etiqueta “made in”, difícilmente pueden distinguirse de sus homólogos naturales. 

El nuevo entorno virtual
Y no sólo tecnológicamente se ha entrado en lo más íntimo, en el sancta sanctorum de la naturaleza inerte o viva. La confluencia de las tecnologías de la comunicación e informática ha hecho añicos las fronteras de la privacidad del ser humano como un todo.
Se dice que vivimos en la era de información. Lo estamos, desde luego, desde el momento en que entidades (incluido el ser humano entre ellas) y procesos están convirtiéndose a marchas forzadas en información. No sólo eso. Hay entidades y procesos que no sólo son información en el sentido amplio del término, sino información publicada en los medios de comunicación3. Una creencia ampliamente compartida por ciertos sectores de la sociedad es que sólo existe lo que se publica. Parecen ser los políticos quienes conceden una mayor importancia a lo publicado. A lo publicado suelen adaptar sus comportamientos. Se adaptan así a un entorno que puede estar (suele estar) anclado en la realidad por raíces más bien frágiles.
Por intereses o por las características propias del medio de comunicación, lo bien cierto es que, al informar, se seleccionan retazos de la realidad. Es obvio que no puede ser de otra manera. La realidad es múltiple e infinita en sus aspectos. El medio selecciona aquello que estima más susceptible o más conveniente de comunicarse. No debe pensarse que, tras cada medio, hay una mente perversa que selecciona lo que ha de publicarse de acuerdo con sus particulares intereses. Con todo, como en el caso de las mafias, algo debe de haber. Estos intereses no tienen porqué ser sólo económicos. Suelen ser políticos.
Con los retazos de la realidad sobre la que se informa, los medios de comunicación ordinarios -prensa, radio y televisión- construyen una nueva realidad. Lo hacen sobre todo en sus noticiarios. Para los medios es ofensivo que se tilde de virtual a la realidad que construyen informativamente. La venden, por el contrario, como realidad-real (perdónenme lo aparentemente redundante de este término). Cosa ésta que muy bien puede no ser inocua.
Por ejemplo, el hecho de que nuestros niños y adolescentes consuman, diariamente, unas 3 horas de televisión junto al hecho de que (en cálculos optimistas) en torno al 60% de la programación contenga muestras de violencia, se sabe hoy que induce en ellos el aprendizaje de comportamientos violentos [Donnerstein (1998) ]. Pero no sólo eso. No sólo se aprende a ser violento. Hoy en día empezamos a constatar científicamente que la visión reiterada de violencia en las pantallas lleva a abrigar ansiedades y temores acerca de una sociedad que se considera mucho más agresiva de lo que es realmente [Mustonen (1997), pp. 16 ss]. Los niños suecos, en una encuesta reciente, consideraban que una de las principales causas de la muerte del ser humano es recibir un tiro. No son pocos, todo lo contrario, los que creen exageradamente que vivimos tiempos de radical inseguridad ciudadana.
En definitiva, la realidad que se nos construye en las pantallas no sólo influye sobre nuestra conducta, sino también sobre nuestra percepción del mundo, haciéndonos vivir, frecuentemente, en una realidad que es en cierto modo virtual, pero que desde los propios medios puede presentarse como la realidad-real.
Un periódico, ligado a los intereses políticos del partido mayoritario de la oposición en un momento dado, decide construir la realidad de una corrupción instalada en el gobierno. Seleccionará a ese fin retazos de realidad referentes a casos de corrupción en los que aparentemente estén implicados personajes públicos ligados al partido del gobierno. Exagerará la importancia de los casos. Avanzará en ocasiones hipótesis que desmentirá a renglón seguido. Así hasta que el medio considere que la alarma se ha posesionado del común de la ciudadanía. Hay alarma social, en definitiva, causada por la corrupción instalada en el poder político. Si el medio pertenece a un grupo en el que, asimismo, se integran cadenas de radio y televisión, la amplificación del supuesto estado social de alarma se consigue sin demasiado esfuerzo. Cada hora, el noticiario de las emisoras de radio en cuestión remachará el asunto. Finalmente, la televisión le dará a la noticia el marchamo de prácticamente incuestionable, pues uno puede dudar de lo que lee o de lo que oye; las imágenes, por contra, suelen ser inobjetables. Ya se sabe el refrán de ver para creer. Aunque en ocasiones, en muchísimas ocasiones, lo visto suele tener poco que ver con aquello de que se informa.
Así pues, y como conclusión, se nos está construyendo la realidad a través de tecnologías de la comunicación e información y es, ella misma, información desde el momento en que se cree que sólo existe lo que se publica.
La generalización del uso de redes digitales, es algo que encuentra más seguidores cada día que pasa. Ahora sí, con absoluta claridad, hemos comenzado a adaptarnos a la realidad de las redes, a la realidad virtual. Los efectos empiezan a ser constatables en economía, en la economía globalizada. También lo son ya en la esfera laboral. Mueren viejas profesiones. Nacen otras. Se trata, ante todo, de profesiones ligadas al manejo de la información [Cebrián (1998)].
Comienza a percibirse, además, una separación drástica entre los que se adaptan y los inadaptados al nuevo orden de cosas. Se está dentro o fuera del nuevo sistema, principalmente aunque no exclusivamente, según se controle y maneje, o no, la información. Y el poder ya no consiste tanto en controlar tecnológicamente la naturaleza, cuanto en controlar la información producida tecnológicamente.
Conforme esta concepción crece en apoyos y seguidores, el derecho a la información avanza posiciones. También lo hace el derecho a la libertad de opinión y expresión. Avanzan, por cierto, estos derechos en detrimento de otros con él conjugados y, en particular, retrocede el derecho a que nadie sea objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada. Pues, si algo se cuestiona hoy, es el significado de “injerencia arbitraria”.
Lo acabado de decir no es irrelevante en un año, 1998, en el que se cumplen 50 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La situación en que esta Declaración fue alcanzada y promovida es muy distinta a la actual.
En definitiva, 50 años después:
Vivimos en un mundo globalizado, no sólo económicamente globalizado, como tantas veces se dice, sino, ante todo, científica y tecnológicamente globalizado.
El desarrollo de la tecnología ha ido quebrantando intimidades y arrumbando fronteras. Primero, fue el núcleo del átomo; luego, fue el núcleo de la célula; más tarde, la membrana que debería proteger la privacidad del ser humano como un todo.
Hay algunas consecuencias obvias de este proceso:
Están desapareciendo fronteras, en particular, entre lo natural y lo artificial. Miembros de especies naturales pueden hoy sintetizarse en laboratorio y producirse en la industria. Pueden, también, construirse miembros interespecíficos. Por poderse construir -al menos, desde un punto de vista teórico-, podría construirse ya hoy una copia genética (un clónico) de un ser humano.
Hay una progresiva conversión de las entidades (y del ser humano entre ellas) y los procesos en bits de información.  Se está dando una progresiva adaptación del ser humano a un entorno virtual.

Algunas observaciones a modo de conclusión
Ruego que no se extraiga ninguna conclusión precipitadamente pesimista de cuanto he dicho. Ante la situación descrita, tampoco considero que haya que incurrir en posiciones catastrofistas, exigiendo que se clausuren líneas de investigación y desarrollo en ciertas áreas científico-tecnológicas. Ni mucho menos.
Sin ciencia y tecnología no se habrían alcanzado jamás los niveles de bienestar de que gozamos y de que podremos seguir disfrutando en el futuro. Por eso, para que al adoptar decisiones no se acabe arrojando al niño con el agua sucia de la bañera, lo que se impone frente a los profetas del desastre es la búsqueda de nuevos marcos éticos, legales y políticos que permitan un desarrollo armónico científico-tecnológico, social y medioambiental.
Los problemas citados son globales. Global, pues debería ser la Ética quien los abordara. Una Ética, en cualquier caso, de compromisos mínimos frente a los desafíos que nos hacen frente 50 años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que, probablemente, se plantearán de forma más profunda y virulenta en el III Milenio.
50 años después, percibimos síntomas de lo que deberíamos evitar que se convirtiera en enfermedad incurable. Ocupémonos de las terapias preventivas. Una Ética Global y, en consonancia con ella, una adecuada Declaración Universal de Responsabilidades podrían ser mecanismos idóneos. Ética Global y Declaración Universal de Responsabilidades4 que se tradujeran en un marco que, sin cercenar la curiosidad científica y sin lastrar a priori las potencialidades de la tecnología, eviten que el ser humano, la sociedad y el Medio Ambiente se expongan a daños irreparables.
Con el fin de no concluir este artículo con una toma de posición, como la acabada de asumir, que pudiera considerarse máxima (pese a que muy bien podría tomarla yo mismo como mínima), permítanme formular algunas cuestiones concretas para la reflexión.
Primera Cuestión. Dado ese buceo en la intimidad de la información genómica que practican las biotecnologías y, en particular, la ingeniería genética humana, ¿no sería necesario establecer quién es el dueño de dicha información y quién tiene, o no, derecho sobre ella?
Segunda Cuestión. Dado el buceo en la intimidad de la naturaleza que propician las tecnologías de nuestro tiempo -un fenómeno claramente inexistente hasta la segunda mitad del s. XX- y que pueden traducirse en la síntesis artificial de lo natural ¿no deberían contemplarse nuevos deberes del ser humano respecto de su entorno y de sí mismo? ¿Deberían, o no, en definitiva consensuarse algunos Principios mínimos que nos permitiesen establecer fronteras o límites que no cabría sobrepasar?
Tercera cuestión. Dada la fractura radical de la privacidad del ser humano que han propiciado las tecnologías de la información y la comunicación de nuestro tiempo, ¿no sería necesario establecer nuevos deberes para su respeto, tratando de evitar la confrontación entre derecho a la intimidad, derecho a la información y libertad de opinión y de expresión?

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